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Lealtad y Heroismo caninos, Castro-Castalia Bullmastiffs

Woodoo de Castro-Castalia y Tigreton

"Me voy un ratito" no significa nada para tu perro, lo unico que le importa es que te has ido"

LA MAYORÍA DE QUIENES COMPARTIMOS NUESTRAS VIDAS CON UNO O MÁS PERROS, TENEMOS CLARO QUE NUESTROS AMIGOS PELUDOS SON CAPACES DE EXPERIMENTAR ALGO PARECIDO A NUESTRAS PROPIAS EMOCIONES. ESTUDIOS RECIENTES VIENEN A CONFIRMAR LO QUE PARA NOSOTROS ERA UN HECHO Y PONEN DE MANIFIESTO LA CAPACIDAD DE LOS PERROS Y DE MUCHOS OTROS ANIMALES EVOLUCIONADOS PARA SENTIR…

Dice Elizabeth Marshall Thomas en su magnífico libro titulado “La vida oculta de los perros”, que éstos “desean pertenecer a algún lugar y desean la mutua compañía” y es que, indudablemente, nuestros amigos peludos son animales eminentemente sociales. Y no solo eso, sino que años de investigación científica están aportando datos muy significativos (y revolucionarios, también) sobre la capacidad que los cánidos domésticos tienen para elaborar sentimientos.

El viejo Descartes se empeñó en el siglo XVII, en decir que nuestros amigos de cuatro patas no eran capaces de sentir, que eran máquinas biológicas, privadas de toda conciencia y de toda capacidad para la reflexión, sentimientos, etc., hasta el punto de que nada de lo que hagan, está ligado a la inteligencia, a la conciencia o a la posibilidad de que tengan alma, ni siquiera los actos más básicos y puramente fisiológicos, como alimentarse, copular u orinar... Sin embargo, hemos de tener en cuenta que los pensamientos y las emociones –la conciencia, en fin— están directamente relacionados con la Evolución, con mayúsculas, del que las experimenta. Y es un hecho que tras lo que probablemente sean unos cien mil años de convivencia entre perros y humanos, se ha producido una significativa evolución de los unos y de los otros. De la nuestra lo sabemos casi todo; de la de los perros queda mucho por  ver y aprender.

Sin embargo, un contemporáneo de Descartes, Porfirio, dijo … "Si los hombres tienen más inteligencia que los animales, esto no es una razón para sostener que los animales no la tienen en absoluto; del mismo modo sería erróneo sostener que las perdices no vuelan porque los gavilanes vuelan mejor que ellas".

Y si bien hasta ahora nos hemos limitado a tachar de “instinto puro” cualquier acción llevada a cabo por un perro para desarrollar la mayoría de las actividades que constituyen su día a día, quizás ha llegado el momento de que empecemos a enfrentarnos a esa otra posibilidad que ya barajamos muchos propietarios de forma natural y muchos científicos, gracias a las últimas investigaciones (por ejemplo las llevadas a cabo en la Universidad de Cornell o las investigaciones de Stanley Coren, profesor de psicología en la Universidad de British Columbia, Canadá y autor de innumerables trabajos de divulgación sobre psicología canina), de que los perros son, igual que nosotros y que otros animales evolucionados, perfectamente capaces de elaborar pensamientos y experimentar emociones.

Relegar, decía, la capacidad del perro para hacer tal o cual cosa, a un acto puramente instintivo y mecánico, implica negarle y negarnos a nosotros mismos la evidencia de que quizás ese instinto sea la base en la que se asienta la formación del intelecto, del entendimiento, de la potencia cognoscitiva que hasta ahora se atribuía exclusivamente al alma humana, pero que finalmente parece que no es un atributo tan “exclusivo” del Hombre, sino que otros animales evolucionados también son capaces de desarrollar. Porque, ¿qué es, en verdad el pensamiento, sino un método de error y acierto, de ensayo, que sirve de guía para mejorar la forma de vida?

Dicho esto, tenemos que en lo que a la conciencia se refiere --teniendo por conciencia la propiedad de reconocerse en sus atributos esenciales y en todas las modificaciones que en sí mismo experimenta el individuo--, los perros no parecen ajenos a esta capacidad. Y ello porque de una parte, tienen costumbres, de otra, son capaces de elegir entre distintas opciones, además elaboran e inventan distintos juegos y actividades y finalmente parece demostrado que son capaces de imaginar y adoptar temporalmente ciertas actitudes propias de los humanos con los que se relacionan tan íntimamente.

Para no caer en el antropocentrismo –doctrina que supone que el hombre es el centro de todas las cosas, y el fin absoluto de la naturaleza-- quizás convenga que hagamos un ejercicio de humildad, nos quitemos el sambenito de que somos los únicos seres “concientes” del Universo, o cuanto menos del mundo terrenal y pensemos que también los perros son capaces de pensar y sentir, y que si así no fuera, quizás ya no existirían como especie. Cierto es que su forma de inteligencia o lo que es lo mismo, la capacidad de entender o comprender, es distinta de la nuestra y de cómo ve, entiende y asimila el perro las cosas hablaremos en esta serie, pero mientras llegamos a ése próximo capítulo, es necesario que empecemos a aceptar también que el ser humano quizás no sea el único capaz de aplicar valores y experiencia a la interpretación del comportamiento de otros seres vivos del mundo animal; que quizás también los perros, como nosotros, lo hagan… y que son tan capaces como nosotros mismos de evaluar al resto de especies a través de una forma de observación que podríamos catalogar de empática, es decir mediante la participación afectiva, y por lo común emotiva, del sujeto en una realidad que le es ajena en primera instancia.

Con todos estos datos en la mano, ya tenemos un punto de partida para comprender que los perros, como nosotros, son capaces de experimentar muchos de nuestros sentimientos, yo diría que todos, desde la rabia a la entrega, desde el miedo a la expectación, desde la alegría a la depresión.

De todo ello vamos, como digo, a hablar en los próximos meses, pero empezaremos por abordar el tema de la depresión que tan en boga está en nuestra Sociedad; depresión que les afecta a ellos tanto como a nosotros. Y que de hecho, en el caso de los perros tiene muchas similitudes con la que padecemos los humanos. Cabe preguntarse, antes que nada ¿qué es la depresión? La respuesta  es que se trata de un síndrome caracterizado por una tristeza profunda, en algunos casos sin motivación aparente, y por la inhibición de muchas o todas las funciones psíquicas del individuo afectado.

La sintomatología de la depresión en el perro puede variar significativamente e ir desde la pérdida de apetito y el adelgazamiento súbito hasta la aparición de síntomas evidentes de apatía, desinterés, cansancio, desapego, hiperactividad, falta o exceso de sueño, nerviosismo, depauperación…, A la postre lo que trasciende y hace obvio al dueño que algo anda mal, es un deterioro del aspecto físico del animal y de su capacidad de interrelacionarse con el mundo que le rodea, con sus congéneres y con nosotros mismos, como parte de su estructura social. Es entonces cuando decimos que nuestro perro “no es el de siempre”.

En algunos casos se sabe que la depresión canina está relacionada con una alteración de la actividad hormonal (por ejemplo en el caso del hipotiroidismo y otras enfermedades de etiología autoinmune), pero en muchos otros casos, la depresión se debe a situaciones de pérdida no elaborada, de duelo, como en el caso de que uno de los miembros de la familia fallezca, o se cambie de residencia o sencillamente se vaya de vacaciones, causando una ausencia difícilmente reemplazable al menos a corto plazo.  Y quien dice un miembro de la familia, dice otro perro u otra mascota de la casa, o incluso el perro del vecino con el que había establecido relaciones óptimas de compañerismo.

Muchas otras son las situaciones que causan zozobra y tristeza; así por ejemplo en el caso de las hembras que han parido y atendido durante semanas a su camada, es fácil que se produzca una situación de extrema depresión cuando los cachorros abandonan el entorno, especialmente si se van todos el mismo día o en un par de días a lo sumo. Es un poco lo mismo que el “síndrome del nido vacío”, con el que todos estamos más o menos familiarizados.

Pero la depresión puede estar igualmente causada por la falta de actividad física, el aburrimiento, el tedio. Ciertas razas caninas necesitan “trabajar” para sentirse felices, como otras necesitan gastar mucha energía en actividades al aire libre y cuando no se les da esa oportunidad vienen los problemas. Perros de guarda, que no tienen nada que proteger, perros de caza que nunca salen al campo, perros de tiro que no han visto un trineo en su vida…, son animales abocados a la depresión, salvo que sus propietarios tengan presente este riesgo y busquen actividades alternativas con las que compensar a sus amigos de cuatro patas por el déficit que se les causa, cuando se les obliga a vivir fuera del entorno para el que están preparados física y mentalmente.

La buena noticia es que cada vez son más los expertos en clínica canina, capaces de diagnosticar la depresión en el perro, y de tratarla. Las soluciones pasan de una parte por mejorar la calidad de vida del animal afectado (y para ello es esencial la colaboración del dueño y su completa implicación) y por otra, de medicarlo adecuadamente con antidepresivos, muy similares a los que se utilizan en personas.

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(Texto original, escrito por Christina de Lima-Netto y Federico Baudin específicamente para esta página Web y protegido con Copyright. No puede ser reproducido ni total ni parcialmente por ningún medio, sin el expreso consentimiento de Castro-Castalia por escrito).
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