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Que Gorda, Gomez y Mini de Castro-Castalia Bullmastiffs

Gorda y Gómez de Castro-Castalia y Mini

"Hasta que no hayas amado a un animal, una parte de tu alma estará dormida." (Anatole France)

SI BIEN ES CIERTO QUE EL ASPECTO DE NUESTRAS MASCOTAS CANINAS DIFIERE CONSIDERABLEMENTE DEL QUE TODAVÍA HOY PRESENTAN SUS PARIENTES CERCANOS, LOS LOBOS,EL CASO ES QUE CONTINÚAN MANTENIENDO MUCHÍSIMAS CARACTERÍSTICAS ANATÓMICAS Y COMPORTAMENTALES EN COMÚN CON SUS PRIMOS SALVAJES.
DE ENTRE TODAS ELLAS QUIZÁS LA MÁS DESTACADA SEA LA QUE TIENE QUE VER CON LA FORMA DE RELACIONARSE ENTRE SÍ, Y CON OTROS SERES VIVOS SIENDO COMO SON ANIMALES EMINENTEMENTE SOCIALES.

Aún cuando todavía hoy no está del todo clara la fecha en la que comienza la auténtica domesticación del perro, que unos fechan hace 100.000 años y otros, por el contrario, consideran mucho más reciente y datan hace escasamente catorce mil, realmente no es hasta el siglo XVII cuando nuestro amigo peludo empieza a frecuentar el interior de la casa como “uno más de la familia”, como auténtica “mascota”. Hasta ese momento el perro es una herramienta más de trabajo y desempeña labores tan distintas como la caza, la guarda o el pastoreo, si bien acaba por adquirir un nuevo estatus social cuando las grandes damas de las distintas cortes europeas deciden incorporarlos a sus vidas diarias, para alimentarles,  pasearles, engalanarles, presumir de ellos y disfrutar con sus monerías. 

Desde ese momento y con inusitada rapidez los perros se adaptan a su nuevo rol y a sus nuevas circunstancias y aprenden a disfrutar de todas las comodidades que  les supone el vivir bajo el mismo techo que sus dueños, compartiendo bienestar y compañía y beneficiándose de nuevas formas de atención y cariño. Y no es de extrañar. Al fin y al cabo, los perros, como los lobos, son animales eminentemente sociales, que necesitan hacer parte de una manada para dar lo mejor de sí mismos. Y no sólo eso sino que, como los lobos, manifiestan una enorme necesidad de estar con otros congéneres, de sentirse acompañados, de ser parte de una estructura social perfectamente delimitada, hasta el punto de que cuando esto no ocurre, cuando se ven privados de la compañía de otros –sean sus propios congéneres, otras mascotas o los dueños--  entran en barrena, en crisis, y se angustian.

Dependiendo de muchos factores que tienen que ver con el imprinting que recibieron en las primeras semanas de vida, con la socialización posterior, con la genética y la herencia y con el entorno en el que se desarrollan, los perros serán más o menos capaces de procesar esa soledad a la que se ven abocados tantas veces, por motivos bien diversos.

Unos, los más equilibrados, serán capaces de procesar las horas de tedio y de soledad y aprovecharán para dormir placenteramente, mordisquear los huesos y juguetes que sus propietarios dejan a su alcance cuando se marchan a trabajar y nada más; son los “perros modelo”, los que todos los amos sueñan con tener, los más afortunados porque siendo capaces de asumir la separación como algo natural no sufrirán estrés ni ansiedad.

Otros, medianamente aburridos, harán algún estropicio que podríamos tildar de  “discreto”, mientras sus dueños están ausentes, como roer la esquinita de su cama de gomaespuma o destrozar el tacón de un zapato que ha quedado fuera del armario, cuando no arañar la puerta de la calle, mordisquear el canto de la mesita del teléfono o arrancar de cuajo las peonías recién plantadas en un rincón del jardín, ladrando esporádicamente. Y no será todos los días, sólo esporádicamente, por lo que serán perdonados sin más.

Pero ¡ay!, otros aún pasarán un verdadero calvario, y se lo harán pasar también a sus amos. Son los perros que padecen un cuadro de ansiedad nerviosa perfectamente típico; es el llamado “síndrome de la ansiedad por separación”. Una forma de ansiedad muy similar a la que se diagnostica en humanos, que no permite sosiego al individuo afectado y que en nuestro caso está relacionado con algunas enfermedades, en particular ciertas formas de neurosis… en el caso de los perros, la razón es bien simple. No han aprendido a estar solos. No toleran la soledad.

Este síndrome afecta fundamentalmente a los perros excesivamente dependientes de los amos, también llamados “perros velcro”, que suelen ser animales poco o nada sociales con sus congéneres, como consecuencia de la falta de experiencias positivas y variadas durante la etapa de desarrollo juvenil, pero también a esos otros animales que han vivido experiencias traumáticas como el ser abandonados, el haber cambiado varias veces de entorno, el haber ido de mano en mano, de casa en casa, durante mucho tiempo o el haber sido arrancados de la camada prematuramente (casi siempre antes de las seis u ocho semanas de edad, apenas iniciado el destete).

Cualquiera que sea la razón para este comportamiento, las consecuencias son siempre las mismas; perros sucios, que sorprendentemente producen cantidades ingentes de heces y orinas con que adornar paredes y suelos de todo el apartamento en unos pocos minutos, perros destructivos, capaces de levantar todas las tablillas del parquet del salón en un par de horas, maestros en arrancar de cuajo las tuberías de la pared del baño, especialistas en taladrar todas las puertas del pasillo de lado a lado, expertos en rasgar todas las almohadas, los cojines y los respaldos y asientos de camas, sofás y sillones y esparcir por toda la casa las plumas … perros pavarotti,  altamente escandalosos, cuyos aullidos y ladridos se escuchan a tres manzanas del chalet y que no cejan durante las ocho o diez horas diarias en que se quedan solos. Perros desequilibrados, que sin una razón aparente, arremeten repentinamente contra el niño del vecino y le dejan marcados los cuatro colmillos en el tobillo o se tiran encima del primer viandante que se encuentran por la calle.

Eugenio Velilla, experto en comportamiento canino y autor, entre otros de la “GUÍA PRÁCTICA DE LA CONDUCTA CANINA”, explica en su libro claramente que “esta conducta se manifiesta cuando el perro no cuenta con la referencia de seguridad ofrecida por los distintos integrantes de la familia, aunque en animal se encuentre en su casa” y sugiere, entre otras actuaciones, que se someta al sujeto que padece este síndrome de forma habitual, a un sobre esfuerzo físico como paso previo a su permanencia en soledad. Y es que está comprobado que el perro que desarrolla ejercicio físico en cantidad suficiente, acorde con sus características raciales y sus necesidades sociales, suele aceptar mejor la soledad. Por qué, pues quizás también porque el perro que hace suficiente ejercicio diario, deja de ser un perro aburrido y deprimido.

A todos estos consejos, y si al final y a la postre no resultan suficientes, puede añadírsele el tratamiento veterinario específico con ansiolíticos y otros medicamentos que resulten adecuados para rebajar el nivel de ansiedad e intranquilidad del animal afectado.

Pero hay un hecho cierto que no podemos ignorar; los perros, sociales como son, necesitan estar en compañía. Eso no significa que tengan que estar las 24 horas acompañados, sino que cuando lo estén, la compañía sea gratificante y constructiva. Que reciban estímulos afectivos de calidad y en grado suficiente para no acabar neuróticos. Y esa es una responsabilidad del dueño. No se trata de darle tres paseos de diez minutos al día, lo justo para hacer un pis y una caca a la vuelta de la esquina y punto. Se trata de ofrecerle una convivencia grata y de calidad. Porque de esa convivencia grata y de calidad no sólo se van a beneficiar ellos, nosotros también. Y de eso hablaremos en otra ocasión. El mes que viene continuaremos hablando de otras formas de ansiedad (social y por ruidos) que afectan al perro, que propician su inadaptación al medio y que tienen que ver y mucho con su capacidad emotiva.

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(Texto original, escrito por Christina de Lima-Netto y Federico Baudin específicamente para esta página Web y protegido con Copyright. No puede ser reproducido ni total ni parcialmente por ningún medio, sin el expreso consentimiento de Castro-Castalia por escrito).
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