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Displasia de cadera, Castro-Castalia Bullmastiffs
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Picara de  Castro-Castalia Bullmastiffs

Picara de Castro-Castalia

Para poder hablar de la Displasia de Cadera canina, lo primero que hemos de ser capaces es de entender de qué se trata, porque displasias lo que se dice displasias las hay de muchos tipos y no son otra cosa que “la anomalía en el desarrollo de un órgano”, aunque también puede explicarse como un “crecimiento o desarrollo anormal de las células”.

En el caso que nos ocupa, el de la Displasia de Cadera (DC) queda claro, pues que existe una anomalía pero dicho así realmente nos quedamos como estábamos y no avanzamos gran cosa. ¿Cuál es entonces esa anomalía? Y ¿porqué, a lo largo de los últimos años trae de cabeza a tantos Veterinarios, Criadores y Propietarios?

De todo ello es lo que vamos a hablar estos meses. Trataremos de analizar no sólo los factores genéticos que la causan sino también esos otros que están relacionados con prácticas y manejos equivocados de los animales jóvenes y que hoy ya se sabe con certeza son responsables de un gran porcentaje de las DCs que se diagnostican en perros de tantas y tantas razas. Porque -y esto es lo verdaderamente sorprendente-, si hasta hace pocos años se creía que solamente los perros de tallas grandes y gigantes (a partir de 40-45 Kg) se veían afectados por esta anomalía, hoy la DC se diagnostica en otras muchas razas que pesan poco más de de doce o quince kilos e incluso menos...

¿QUÉ ES LA DC?

Ciñéndonos a una explicación convencional, diremos que la DC se caracteriza por la laxitud de la articulación coxofemoral (cadera y muslo), resultando en su inestabilidad primero y luego en una degeneración de la misma que puede cursar con o sin dolor. Hoy por hoy se considera este como el principal problema ortopédico en los perros, que llega a afectar a más del 50%-70% de la población canina del Primer Mundo.

No es pues un tema baladí, pero y esta es una pregunta cuyo análisis me reservo para más adelante, cabe cuestionarse por qué parece haber aparecido de repente y afectar, tan especialmente, a los perros de las Sociedades más avanzadas que, curiosamente, son los que gozan de mayores cuidados y atenciones por parte de sus dueños, de una alimentación aparentemente sana y equilibrada en forma de piensos preparados, son vacunados y desparasitados regularmente y disfrutan de todas las comodidades que nos ofrecemos a nosotros mismos.

Desde que hace ahora medio siglo los alemanes comenzaron a tomarse el tema de la DC en serio, poco habían cambiado las teorías sobre sus causas que se atribuían exclusivamente a un factor hereditario poligénico (en el que intervenían varios genes distintos). Pero, y esto es lo realmente sorprendente, desde hace unos ocho o diez años cada vez son más los expertos que abogan por que existen otras causas subyacentes, igual o incluso más importantes y determinantes que las puramente genéticas y que están ligadas a la nutrición, al exceso de ejercicio a edad temprana, al estrés medioambiental, entre otros, como veremos más adelante.

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PROPENSIÓN RACIAL

El caso es que si en un principio se pensó que eran razas como los San Bernardos, los Terranova, los Mastiff, los Mastines españoles y del Pirineo, los Montaña del Pirineo, los Bullmastiff, los Dogos de Burdeos, los Bloodhounds, los Rottweilers, los Dogos Alemanes, los Kuvasz, los Filas, los Presa canario, los Cane corso, los Mastines napolitanos, los Grandes boyeros suizos, los Bouviers de Berna, o los Pastores Alemanes los que más predispuestos estaban a padecerla, luego aparecieron un sinfín de otras razas mucho más “ligeras” como los Bóxers, los Golden Retriever, los Labradores, los Chow-Chow, los Welsh Springer Spaniels, los Setters, los Perros de Agua Portugueses, los Pastores belgas, los Schnauzers gigantes y medianos, los Collies... pero, ¡ay!, peor aún se pusieron las cosas cuando la DC comenzó a ser diagnosticada no ya en perros gigantes, grandes o medianos sino... en perros de tan pocos kilos como Bichones, Grifones de Bruselas, Staffordshire Bull terriers, Cavalier King Charles, Sharpei, Cockers americanos e ingleses y hasta en los Teckel.

De hecho hoy sería más fácil redactar una lista de razas no propensas a padecer la DC que de aquellas que sufren la DC; entre estas que se libran están curiosamente la mayoría de lebreles (Borzois, Salukis, Greyhounds, Whippets, Galgos españoles, Azawaks, los Perros de los Aragones) y pocos más, como el Yorkshire Terrier, los Pinscher enanos, lo Westies, los Scottish, los Pugs, o los Chihuahuas.

PRINCIPALES SÍNTOMAS

Al contrario de lo que todavía hoy opinan muchos Propietarios y Criadores, la DC no siempre cursa con unos síntomas bien definidos y aparentes... de hecho el dolor y la cojera que a veces presentan unos perros, no la manifiestan muchos otros por lo que no puede hacerse un diagnóstico a “ojo de buen cubero”.

Hoy se sabe que el periodo crítico en el que se desarrolla la DC coincide con el de mayor crecimiento (entre los 3 y los 8 meses de edad), pero la edad a la que se pueden presentar los primeros síntomas –si es que aparecen alguna vez- es muy variable; en unos casos el perro presentará molestias tan prematuramente como a las pocas semanas de vida (hacia las 8-16 semanas) o tan tardíamente como durante la etapa senescente (después incluso de los 7 años de edad).

Podría decirse que hay dos tipos de manifestación clínica que coinciden con dos grandes grupos de enfermos; los perros de menos de un año de edad que casi de un día para otro comienzan a manifestar dificultades para sentarse, tumbarse, mantenerse erguidos, caminar a paso rápido o subir y bajar escaleras y que parecen resentirse a la hora de colocar el peso sobre una u otra de las patas traseras, síntomas estos que se agravan en unos casos tras el ejercicio y otras veces antes de realizarse este y los  perros ya maduros que presentan los primeros problemas como consecuencia de la degeneración articular (artritis) que la enfermedad produce antes o después. En estos últimos las molestias se traducen en la aparición de una cojera más o menos pronunciada tras realizar ejercicio, en la dificultad o imposibilidad para subir escaleras o trepar a un sillón, en la rigidez del cuarto posterior que se manifiesta en una forma de caminar y sobretodo de correr muy característica (saltos de conejo) o en una cada vez mayor intolerancia a la hora de practicar el ejercicio diario.

Antes conviene que analicemos aunque sea someramente porqué parecen exentos de padecerla esos Lebreles a los que ya me he referido con anterioridad. Parece claro que la talla no es un factor determinante a la hora de padecer o no la DC; lo que sí es obvio es que los perros que presentan una importante masa muscular en la zona de la pelvis (y los corredores se encuentran en el número uno del escalafón, sin duda) muestran una incidencia muchísimo menor.

Pero hay aún otro detalle que conviene tener en mente y es que en la mayoría de los casos los Lebreles son perros tremendamente rústicos, que viven por y para correr y que tradicionalmente han sido alimentados y mantenidos en unas condiciones muy diferentes a la gran mayoría de sus demás congéneres. Quizás ahí esté la clave y esto por sí solo justificaría también que todavía hoy ciertos ejemplares de otras muchas razas que tradicionalmente se han empleado para el trabajo puro y duro de campo y que se han mantenido alejados de las comodidades de la ciudad, alimentándose con comidas menos “sofisticadas” e incluso cazando espontáneamente para equilibrar sus necesidades nutricionales, aún se mantengan relativamente libres de sufrir la DC; tal sería el caso aún ahora del PDAE aunque quizás cuando deje de ser un perro tradicional de trabajo y se convierta exclusivamente en una mascota, con todo lo que ello entraña, se acabe uniendo también al grupo de los displásicos, como ha pasado con tantos otros perros, por ejemplo, y sin ir más lejos, de caza...

DIAGNÓSTICO

El diagnóstico de la DC ha de basarse siempre necesariamente en los síntomas clínicos, la palpación y especialmente en las radiografías porque si bien es cierto que los síntomas pueden hacer sospechar el problema y la palpación puede confirmar que existe un cierto grado de laxitud en la articulación, sobretodo en individuos jóvenes, no lo es menos que solo la radiografía de la pelvis puede confirmar con certeza la verdadera afectación. Además hay que tener presente que en el caso de perros maduros, la propia degeneración articular que se ha podido producir de forma silente determina muchas veces que esa laxitud no se note, máxime porque el animal habrá adoptado toda clase de “trucos” para compensar la malformación; esto explica que nadie pueda a simple vista, determinar si un perro es o no displásico porque muchos hay que jamás presentarán ninguno de los síntomas característicos.

Dos son los métodos veterinarios utilizados para determinar por palpación, en cachorros e individuos jóvenes si puede existir o no la laxitud de la articulación, conocidos como “Test de Ortolani” y “Signos de Barden”. Posteriormente las radiografías confirmarán el grado de incongruencia entre la cabeza del fémur y el acetábulo, la profundidad y forma de este, la posible remodelación de la cabeza y cuello de fémur y el grado de degeneración de la articulación en su conjunto. Los métodos de evaluación radiográfica son hoy por hoy muy variados pero a la postre de lo que se trata es de confirmar cual es el grado de degeneración y qué implica éste.

TRATAMIENTO

Se ha desarrollado en los EE. UU. una técnica quirúrgica mínimamente invasiva, que se efectúa en cachorros que presentan un riesgo manifiesto de desarrollar DC, entre las 16 y las 20 semanas de edad, toda vez que habiendo realizado un diagnóstico mediante el sistema americano llamado PennHIP system (llevado a cabo por la Universidad de Pennsylvania), se confirma que son candidatos a padecer la enfermedad dada la laxitud excesiva de la articulación a tan temprana edad. Este método se denomina JPS (Juvenile Pubic Symphiodesis). Su “inventor” ha sido el Dr. K. Mathews de la North Carolina State University College of Veterinary Medicine que la experimentó en cobayas con gran éxito; posteriormente, sus colegas de la Universidad de Wysconsin, Dr. TAass Dueland  Dr. Allison Patricelly desarrollaron esta técnica en cachorros demostrándose perfectamente apta si se practica antes de las 22 semanas en individuos de razas pequeñas y medianas. Todavía no se ha experimentado en ejemplares de razas gigantes.

Pero además de esta técnica que está todavía en fase de experimentación y que no es conocida en Europa, hay otros métodos de tratamiento.

De una parte el tratamiento conservativo aboga por mantener al animal bajo de peso, realizando ejercicio moderado y medicándolo para disminuir la inflamación y el dolor; la Aspirina ha sido tradicionalmente empleada para contrarrestar las molestias de grados leves y moderados de DC con gran éxito, pero hay que tener siempre presente que el uso continuado de esta puede producir molestias gastrointestinales y alteraciones en las plaquetas sanguíneas, por lo que conviene realizar controles periódicos.

De otra parte es cada vez más frecuente utilizar los medicamentos y suplementos alimentarios denominados “condroprotectores” y la Vitamina C en megadosis. Existe gran controversia con respecto a los resultados pero lo cierto es que productos como el MSM (que en España, desgraciadamente, no se comercializa), el Cartílago de Tiburón, los glicosaminoglicanes polisulfatados, entre otros, se muestran enormemente útiles para paliar las molestias y para corregir la degeneración articular y el éxito derivado de su uso puede considerarse de moderado a alto, según los casos.

Lógicamente también existen alternativas quirúrgicas en aquellos casos en los que nada de lo anterior funcione o cuando se trate de animales jóvenes que son diagnosticados muy prematuramente, para evitar que la degeneración articular posterior les afecte de forma significativa la calidad de vida futura. Varias son las técnicas empleadas y el éxito final dependerá en gran medida no sólo de que se haga una elección adecuada, sino y sobretodo del cuidado post-operatorio del individuo y de su capacidad de recuperación posterior; entre otras podemos hablar de

  • La técnica de la substitución total de la cadera, que como su propio nombre indica reemplaza la cadera afectada por una prótesis mecánica; su mayor ventaja es que el perro intervenido no presentará en el futuro degeneración articular, dado que se precisamente se extirpan las superficies de la articulación propensas a presentar artritis.
  • La osteotomía pélvica triple (TPO) que implica la reestructuración quirúrgica de la pelvis para crear un nuevo acetábulo y que es quizás la más recomendada para perros jóvenes que todavía no han visto el acetábulo afectado por la degeneración de los tejidos
  • La ostectomía de cabeza y cuello de fémur (FHO) que significa remover la cabeza y cuello del fémur y posibilitar que se forme una articulación “falsa”, entre el resto del fémur y la pelvis, muy recomendable en perros maduros que no puedan beneficiarse de la primera técnica por diversos motivos.

Durante años se ha hablado de eliminar pura y simplemente a los perros afectados de DC de los programas de cría y de hecho, en muchos casos, así se ha procedido y sin embargo ello no ha servido para eliminar de raíz el problema. Hoy sabemos que se trata de una enfermedad de carácter multifactorial, poligénica (en la que intervienen múltiples genes), lo que indudablemente dificulta su desaparición mediante la crianza selectiva... pero cada vez hay más expertos, estudiosos y nutrólogos que apuntan a que los demás factores que intervienen en su desarrollo (factores medioambientales) son tanto o más importantes y que corrigiendo estos, se corrige el problema y se incide más favorablemente en su desaparición.

Más aún hay muchos criadores y expertos que han comenzado a variar la alimentación de sus perros por cuanto han apreciado que la nutrición juega un papel determinante no solo en la prevención, sino en el tratamiento de los animales ya afectados. Argumentan que la DC tiene un origen nutricional y hormonal y que una nutrición defectuosa es la principal causa de la aparición de una gran mayoría de casos de DC en los perros de hoy. Estos mismos expertos insisten en que la naturaleza puramente hereditaria de la CD nunca ha sido probada y no se apoya en ninguna evidencia objetiva y sus teorías no parecen tan descabelladas si tenemos en cuenta que durante más de treinta años los programas que se han basado en la eliminación de los perros afectados, no han logrado erradicar definitivamente la DC que continúa apareciendo de forma recurrente...

Por todo ello hay quienes abogan porque la DC debe ser explicada como una enfermedad multifactorial sí, pero omitiendo el factor genético y que debe ser entendida como una enfermedad metabólica en cachorros y ejemplares jóvenes, y como el síntoma de una enfermedad generalizada fruto de problemas alimentarios, hormonales y del esqueleto y no exclusivamente como una anomalía del acetábulo y la cabeza y cuello del fémur.

Lo irónico del caso es que la DC es una enfermedad multifactorial, en la que confluyen una serie de patologías que hoy sabemos que tienen una relación directa con la nutrición inadecuada:

A) Raquitismo (producido por una deficiencia de Calcio y Vitamina D3);
B) Enfermedad de Moeller-Barlow (escorbuto producida por una deficiencia de Vitamina C);
C) Hipervitaminosis de Vitaminas A y D3 (sobredosis tóxicas)
D) Enfermedad de Legg-Calvé-Perthes (necrosis de la cabeza de fémur)
E) Genu valgum
F) Disfunciones hormonales (hipotiroidismo y otras)
G) Síndrome osteocondrotico (enfermedad degenerativa del cartílago)
H) Osteodistrofia fibrosa (distrofia ósea)
I) Obesidad (sobrepeso durante el crecimiento)
J) Inducción del crecimiento rápido

No olvidemos que el perro desciende del Lobo y que si prestamos atención a cualquiera de los muchos documentales televisivos, veremos que los lobeznos nunca están gordos y ni siquiera comen todos los días, su dieta es mas bien escasa, basada en proteína animal de gran calidad siempre fresca y procedente de carne, vísceras y huesos crudos, pero también en largos periodos de ayuno; que su ejercicio es moderado, que juegan con sus hermanos, corretean por los aledaños de la lobera (superficies pedregosas, arenosas pero siempre irregulares), sin apartarse demasiado y duermen hasta dieciocho horas diarias... y todo esto debería darnos mucho que pensar.

Quizás bastaría con reformar las teorías sobre nutrición canina, mejorando su calidad y eliminando los grandes errores en los que se insiste en cuanto a los métodos de macroproducción, para que la DC y muchas otras enfermedades que atenazan de forma cada vez más angustiosa a nuestros perros (ciertos tipos de cáncer, alergias, hipotiroidismo y tantas y tantas otras patologías de las que hace apenas 50 años no les afectaban y no afectan a los perros más rústicos ni a aquellos otros del Tercer Mundo que jamás han comido el contenido de un saco de pienso), desaparecieran.

CRITERIOS DE REPRODUCCION

Mientras esto ocurre y mientras continúa la concienciación de un cada vez mayor número de criadores y propietarios y también de veterinarios que comienzan a cuestionarse sobre todo lo anterior, habrá que insistir (¿?) en lo que afirman los grandes “gurús”, que no es otra cosa que realizar programas de cría selectivos, criando solo a partir de perros diagnosticados con caderas normales (grados A y B) o con aquellos otros que producen descendientes con caderas normales... y confiar en lo acertado de estas teorías, a pesar de los escasos resultados obtenidos durante tantos y tantos años.

Y hay que recordar también que incluso estos grandes “gurús”, aún sin admitir que ese sea el verdadero quid de la cuestión, cada vez abogan más insistentemente en la importancia de:

  1. Alimentar a los perros convenientemente, aunque quizás eso signifique tener que volver a una alimentación más natural (fresca y conforme a las verdaderas necesidades del animal), libre de aditivos de todo tipo que se demuestran tóxicos y peligrosos para la salud y con un grado de preparación y elaboración menor, dado que se sabe que la cocción a alta temperatura implica la pérdida de gran parte de los nutrientes necesarios para una vida sana

  2. Evitar el abuso en el uso de la suplementación, especialmente de calcio por cuanto produce un desequilibrio en el ratio calcio: fósforo que tiene consecuencias desastrosas para el animal durante el crecimiento

  3. Controlar la práctica de ejercicio de todos los perros durante el crecimiento, especialmente el ejercicio violento (saltos, carreras, etc) e inducir como alternativa la práctica de la natación que es el único ejercicio que no produce deterioro de las partes blandas del esqueleto

  4. Evitar que el animal se desplace por superficies escurridizas, excesivamente pulimentadas, en las que la capacidad de agarre es nula y en especial durante las primeras semanas asegurar que la caja paridera disponga de materiales antideslizantes (nunca periódicos) de algodón o de lana

  5. Evitar el crecimiento rápido y el sobrepeso en edades de máximo riesgo (entre los 2 y los 18 meses)

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(Texto original, escrito por Christina de Lima-Netto y/o Federico Baudin específicamente para esta página Web y protegido con Copyright. No puede ser reproducido ni total ni parcialmente por ningún medio, sin el expreso consentimiento de Castro-Castalia por escrito)

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