Cuántas veces escucho a los propietarios, desesperados, comentar que por más que lo intentan, sus perros son inapetentes y tantas veces intentan escabullirse de delante de su plato de comida, como el que huye del diablo. Y cuántas, comentan también, que para intentar convencerles de que coman, se inventan toda clase de trucos y echan al plato una miríada de golosinas, con las que despertar la gula de sus peludos...

Lo que muy pocos tienen en cuenta es que el ayuno es una costumbre, casi una necesidad, atávica del perro. Algo que está directamente relacionado con su pasado más salvaje, cuando al igual que ocurre aún hoy con los lobos y el resto de los cánidos, no todos los días tenían qué echarse a la boca y demasiadas veces pasaban ¡un hambre canina!

Y que todavía hoy muchos perros recurren a ese viejo hábito innato para desintoxicarse, para hacer descansar su organismo, para evitar, de forma instintiva, engordar más de la cuenta. En una palabra, para mantenerse sanos.

Lógicamente hemos de ser capaces de distinguir entre un ayuno voluntario, impuesto por una costumbre ancestral y ese otro que es producto de una enfermedad digestiva o de otra índole. El ayuno voluntario es aquél que el perro se impone a sí mismo quizás durante una o como mucho dos tomas, es decir en el plazo de 24 horas, y en el que no se produce ninguna manifestación de malestar o incomodidad mientras que la otra forma de ayuno, asociada a una enfermedad, conlleva otros síntomas como por ejemplo la diarrea, las náuseas, los vómitos y muchas veces también la manifestación de dolor abdominal o renal, la necesidad de aislarse del resto del grupo, el nerviosismo, etc.

Teniendo en cuenta lo anterior, hemos de saber que hacer ayunar a un perro adulto, una vez a la semana, puede ser muy beneficioso para el animal. Se considerará adulto al perro de raza toy y mediana que haya cumplido los doce meses, al de raza grande que haya cumplido los dieciocho meses y al de raza gigante que rebase los veinticuatro meses de edad; su ayuno consistirá en no darle de comer un día por semana la que sería la cantidad total habitual de su ración( que puede estar dividida en una, dos o tres tomas según los casos), si bien habrán de disponer todos ellos de agua fresca y limpia en cantidad, dado que se servirán de ella más incluso de lo habitual por cuanto instintivamente saben que el agua va a servirles para eliminar del organismo todas las toxinas que excretarán durante ese ayuno. Un buen truco para los más hambrones consistirá en dejar a su disposición un enorme hueso de rodilla o fémur de vaca, con el que entretenerse a lo largo del día; hueso que estimulará además la salivación y la producción de una proteína que les propia, llamada mucina y de la enzima amilasa, que tienen efectos muy beneficiosos para el tracto digestivo.

El ayuno se desaconseja en cachorros, en hembras gestantes y en perros mayores de siete años por razones obvias.